Revista no.3

…Porque aquellos se pasman y querrían hacerte creer que arden noche y día.
Pero mienten.
antoine de Saint-Exupéry

No hay nada nuevo en esta entrega de Tedium Vitae. Los mismos temas, las veleidades de siempre –que el lector profesional puede ir ya anticipando-, el disimulado o notorio cliché, los predecibles artefactos del ingenio, su formato, que insiste en remedar a la London Review of Books, su vano propósito que, como querría Borges, aturde pero no dice nada, y hasta el mismo resignado lector que la hojea y merecidamente la arrumba…

La vida intelectual, nadie lo ignora, es una forma extrema de la afectación y la impostura. Si por nosotros fuera debiera proscribirse toda actividad cerebral (y decretar la pena capital a quienes empiezan sus frases con tópicos estilo “asistimos a una coyuntura…”). Nos sorprende muchísimo y conmueve hasta la lástima que seamos nosotros los autores de este esperpento editorial. Nos carcome esta inconsistencia moral y lidiamos con ella cada quien a su manera. Los más ufanos urden en solitario justificaciones circulares a lo Nagarjuna: “ni esto ni aquello, esto y también aquello…”. Otros más lúdicos piensan en estos papeles como en una vana gimnasia visual, la reflexión como serie aleatoria de movimientos oculares, las ideas como mera pirotecnia: luces intensas, caprichosas, pero efímeras. Lo cierto es que como a todos los proyectos humanos, a este también lo prestigian la vanidad, la inexplicable ambición, la contradicción. Reciba, pues, de todo corazón estos papeles leopardianos.

Todo ejercicio admiratorio, fatalmente, no cosecha otro fruto que el estrago o la traición. Lo cierto es que queriendo tributar en los prestigiosos altares del Tedium al muy amado Luis González y González, con la reproducción de su ensayo Apogeo y decadencia de la arrogancia mexicana, sólo logramos el sarcasmo del lector Jorge Beltrán Medina, que nos atribuyó el mérito de “haber introducido a las teorías del espacio editorial mexicano el Principio de Incertidumbre Ortográfica No Euclidiana”. Se refería, por supuesto, a las infinitas erratas cometidas en la intentona apologética. Una disculpa póstuma al autor y contemporánea al Colegio de Michoacán.

Ya metidos en los dominios cristianos de la contrición, aprovechamos para acreditar tardíamente al chicago-boy Alfonso Hernández Valdez y al profeta del pasado Gustavo Huerta Ortega, ambos miembros del consejo editorial de Tedium Vitae, como los traductores de la reseña Los misterios del crecimiento económico, del nobel de economía Robert M. Solow, aparecida en el número anterior de esta revista.